Guadalajara, Guadalajara. ¿Por qué no hueles a pura tierra mojada?
Los viajes de trabajo me llevan de un lado a otro, a discreción mía o a veces a discreción del cliente, del jefe o de algún evento que así lo merite. Van dos veces que voy allá, probablemente vaya más, es un punto clave en el negocio pero, ya sin dar tantas explicaciones ni justificaciones, es hora de aclarar el título. ¿Por qué no hueles a pura tierra mojada? Así dice la canción y así esperaba que fuese al llegar pero lo que vi (y olí) fue una nata más densa que aquella que protege a la Ciudad de México de cualquier asteroide asesino.
Aquella tierra de charros, fútbol y tierra mojada, es ahora una gran urbe contaminada en la que, al parecer, los accidentes viales son de lo más tontos posibles, probablemente superando a los de Querétaro, según fuentes locales.
Así como hace unos cincuenta años mi padre se desilusionó al no ver charros en Guadalajara, yo me desilusione cuando lo que olí fue smog y no tierra mojada.
A pesar de esto, la ciudad sigue enamorando; como aquella belleza exótica que sabes que te va a llevar al fondo y aún así, sigues perdiéndote en sus caderas. Un bello centro histórico, un lugar agradable para caminar siempre y cuando no te metas por sus zonas "rojas". Fotogenica hasta más no poder, tanto el juvenil presente que se siente en Av. Chapultepec, como el viejo clásico pasado de una catedral que se alza orgullosa, segura que a pesar de los años, no hay muchas que le compitan.
Mujeres bellas a montón, de los lugares con la mayor cantidad de ellas que he visitado, sin duda alguna. Caminas y puedo apostarte que al menos ya viste a tres o cuatro mujeres por las que meterías las manos al fuego. De ojo profundo, facciones redondeadas, cuerpos curveados y largos cabellos; mujeres hermosas por todo Jalisco hay.
Pero aún así, es triste que en vez de tierra mojada, huelas a magna, diesel y premium. Al gris de la civilización que poco a poco se come a toda la tierra mojada.
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