El difícil olvido de antaño
Cuando
Isabel entró a su casa, había una carta en el recibidor. Un sobre blanco, sin
ninguna seña en particular ni remitente, solo con su nombre escrito en una
elegante escritura.
Aquello
le había extrañado completamente, fue como un parte aguas en su estructurada
rutina diaria así que como el efecto le dictaba, despertó su curiosidad y dejó
caer su maletín del trabajo junto a la puerta de la entrada, había dado el
primer paso cuando recordó que sería conveniente cerrar la puerta, por
cualquier cosa.
Tomó
el sobre y lo abrió con las uñas, burdamente. Sacó la carta y leyó:
Los días en los que
te arrancaba la ropa interior entre mordidas y gemidos quedaron atrás para ti.
Tiempos en los que acercabas tu cuerpo desnudo para encender las pasiones más
salvajes son, ahora, solo tiempos de un recuerdo viejo que como una vieja fotografía
en color sepia, tiene las esquinas rotas, la imagen deteriorada, y no son más
que simples recuerdos de sus tiempos mejores.
Te abrazo sin
incomodarte, te toco para despertarte. Despiertas al nuevo día pero las
pasiones siguen dormidas. Mi cuerpo palpita, mi cerebro estalla en millones de
recuerdos que convierte en vívidas imágenes de aquellos tiempos de ayer que, de
no ser porque tengo los ojos abiertos de par en par, podría jurar que son
imágenes vivas de lo que debe pues no se comparan con el frío presente que miro
en esos instantes.
Te amo.
Sin lugar a dudas te
amo pero mi cuerpo pide la cuota acostumbrada de placer. Te abrazo con fuerza
sin que notes como mi cuerpo se estremece, aullando la necesidad de estar
dentro de ti. Podría acariciarte cada curva de tu cuerpo pero sería algo
incómodo en estos momentos así que prefiero engañar a mi mente y pensar que esa
era cosa del pasado, eso era el antes y esto es el ahora. Sí, prefiero
engañarme; el ritmo de vida que ahora tenemos es totalmente diferente. Hay, hay, hay, hay… hay tantas cosas que no sé ni
porque diablos las hay. No sé quién fue el idiota que inventó tantas tarugadas.
Agarro con fuerza la
sábana pensando que lo que estrujo es alguna de tus curvas, tu trasero, tus
senos, tus caderas, me da igual a estas alturas.
Por eso salgo de la
cama y me doy una ducha fría todas las mañanas, fría como un balde de hielos
para tranquilizar a mi cuerpo.
Es la vedad, te amo a
pesar de esto y a falta de aquello. Te amo y es por eso que me es tan difícil olvidar
aquellas sensaciones de antaño.
Hoy no llego a cenar.
Se
miró por unos instantes en el reflejo del espejo. Era hermosa, tenía un rostro
fino y unos ojos profundos que era difíciles de soportar, su cuerpo estaba en
forma y si se soltaba el cabello se veía más preciosa que cuando se lo peinaba
para ir a la oficina.
Colocó sus cosas sobre la mesa, la carta y su maletín, y se dispuso a ir directo a su cuarto de estudio pero tras una breve duda, se detuvo. Soltó su cabello y dejó el saco sobre la silla de cabecera, esta vez decidió subir a su habitación.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario